miércoles, 24 de agosto de 2016

Desarrollando habilidades: La belleza de un segundo idioma


Cuando era niña descubrí en la televisión que había canales donde la gente hablaba en un idioma que no entendía, aun así me pasaba horas viendo las imágenes y tratando de entender las conversaciones.

En la secundaria me dieron clases de inglés en las cuales aprendí algunas cosas, en la prepa no recuerdo haber aprendido gran cosa y en la carrera menos. Fue hasta que empecé a trabajar que las cosas se complicaron.

En 1996 viajé por primera vez al extranjero, con 700 dólares en mi bolsa y sin posibilidad de siquiera pedir que comer me lancé a la aventura. Tuve chofer y traductor, fue tanta mi desesperación que en cuanto regresé me inscribí a un curso de inglés. Año y medio después me graduaba con un reluciente título de técnico en inglés.

Y el mundo estuvo a mis pies. Podía leer y escribir, podía transmitir mis ideas, resolver problemas, sostener conversaciones y hasta negociar casos difíciles. Hice muy buenos amigos y me conseguí mejores empleos. Hice presentaciones de negocios a un VP y a un CEO de una empresa tecnológica  escribí cartas de renuncia y levanté múltiples listas de comida mexicana para mis visitantes extranjeros.

Un segundo idioma no solo le permite tener oportunidades de trabajo, supone también poder entender a potencialmente millones de personas alrededor del mundo. Si dicen que uno es el promedio de la gente que conoce, imagine cuánto puede aumentar ese promedio si entre su círculo cuenta con personas que vivan en otro idioma o latitud.

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